Texto leído por el portavoz de AMEC en la rueda de prensa del 12 de junio
Desde marzo de 2011, los integrantes de la Asamblea del Movimiento Estudiantil Canario (AMEC) hemos sufrido una persecución sin precedentes en esta Universidad, una persecución sin precedentes en la historia de la Universidad española. Se desató una auténtica cacería del estudiante crítico y contrario a las políticas lesivas del rector Eduardo Doménech Martínez. A pesar de la sentencia judicial del pasado cinco de abril, donde se da la razón a nuestro colectivo y se anulan la resolución sancionadora impuesta contra AMEC, el rector ha decidido recurrir la sentencia. Pese a la contundencia de la resolución judicial, no se aprecia voluntad por parte del rector de reconocer una sentencia que pone en evidencia su política con respecto al grupo AMEC. La acción represiva contra el colectivo claustral y, por extensión, contra todo el Movimiento Estudiantil lagunero ha quedado totalmente develada por esta sentencia. El discurso del rector Doménech, contra el colectivo, se advierte como una lacónica soflama revanchista. Un discurso que ha pretendido silenciar, desde el poder, las voces críticas de los de abajo, de los únicos que no le votan a Doménech -recordamos que los alumnos de la ULL no votaron por Eduardo Doménech Martínez (El alumnado de la ULL rechaza a Doménech como Rector)- y que en las últimas elecciones al Claustro de la ULL, AMEC fue el grupo que contó con más apoyos dentro de su sector (el grupo que cuenta con más apoyo dentro de la comunidad universitaria). Desde el principio, Eduardo Doménech permitió esta cacería contra el alumnado dejando que el decano de la Facultad de Psicología, Pedro Benito Avero Delgado, convirtiera una nota de prensa de apenas 200 palabras en una cuestión de honor, en la que se ponía en juego, según este señor, la reputación de la Facultad de Psicología. En la sentencia del cinco de abril todo tiene otro color, y con respecto a esa nota de prensa dice:
“En la publicación litigiosa no se detecta ninguna expresión ofensiva o injuriosa limitándose el comunicado a exponer unos hechos con ánimo de que se mejore el servicio y se eviten prejuicios. Una publicación hecha en el ejercicio legítimo del derecho del gobernado a controlar al gobernante, a la libertad de expresión y de información, a la legítima crítica de la actuación de los poderes públicos y a la defensa de los estudiantes por los miembros de un grupo claustral, a cuyo efecto se ha constituido, no puede entenderse como una ofensa de palabra habiendo fuentes de información procedente de la Fundación que imputaban el retraso a la Universidad, máxime cuando el relato de hecho no contiene ninguna expresión ofensiva o injuriosa, antes bien, se limita a exponer asépticamente unos hechos con ánimo de que se mejore el servicio y se aclara después que la crítica es a los responsables del servicio y no a las personas que lo ejecutan de las que no depende su organización y su funcionamiento”.
El rector de la ULL, Eduardo Doménech Martínez, dio luz verde a una serie de excesos dialécticos por parte del decano Pedro Avero (El decano de Psicología, Pedro Avero, lanza una FATWA contra AMEC.), se permitió que un asunto normal y habitual en cualquier institución, la existencia de crítica y fiscalización, se convirtieran en un auténtico drama -o, según se mire, en una patética comedia bufa-. Al mismo tiempo, se orquestaba a través del Servicio de Inspección un segundo acto. El Jefe de dicho Servicio, Andrés Falcón Armas (elegido a dedo por el rector Doménech), se aprestaba a mantener varios meses de interrogatorios y presión contra varios de los estudiantes. Meses de machaque reiterado y comparecencias en los que iba tomando forma un proyecto liquidador que parecía prediseñado. Se dejaba muy poco a la improvisación, todo estaba bien estudiado y milimetrado. Incluso se llegó a jugar con el Servicio de Mediación (nos referimos a la Unidad de Mediación y Asesoramiento de Conflictos de la ULL, dirigida por Manuel Rosales Álamo), siempre tratando de lograr el mismo objetivo, darle la razón a quien, según la sentencia del 5 de abril, no la tiene. Ni Doménech ni Pedro Avero tienen razón.
Los miembros de la Asamblea aguantaron pacientemente a que se diera fin a este auténtico despropósito, pero no solamente no se puso fin al mismo, sino que acabó en una instrucción hacia todas las personas que pudieron ser identificadas como miembros del colectivo; volvemos a reiterar, fueron instruidas 23 personas. No hay precedentes en la historia universitaria, un hecho sin precedentes: el procesamiento de todo un colectivo estudiantil, el procesamiento de todas las personas que podían ser identificadas como miembros de dicho colectivo. Esta instrucción se asemejó a un juicio sumarísimo. El instructor de los alumnos, el profesor José Ulises Hernández Plasencia, en unas pocas horas, interrogó a los alumnos y determinó la existencia de 12 responsables, excluyendo a otros 11 (esta primera criba también estaba en el guion). Hay que mencionar, por supuesto, que antes de la apertura de esta instrucción, ya Antonio Rodríguez Hernández, jefe de gabinete del rector (y uno de los personajes centrales de la trama contra AMEC), anunciaba la culpabilidad y alevosía de los miembros del colectivo. No se había producido el proceso de instrucción, y las condenas parecía que ya estaban firmadas. Antonio Rodríguez daba por sentado el castigo e insinuaba expulsiones de la Universidad. Todo esto sin instrucción abierta. Y, por supuesto, tampoco nos podemos olvidar de todas esas personas -profesores de la Universidad de La Laguna- que presionaron a algunos de nuestros compañeros y compañeras para que se retractaran, guardamos documentos de gran interés para la historia de la infamia. La retractación con respecto a unos hechos que jamás se produjeron.
La campaña de acoso y persecución que hemos sufrido a lo largo de estos dos años y medio no se la pueden imaginar. El sufrimiento personal no se puede cuantificar fácilmente. No estamos hablando de hecho puntuales. Estamos hablando de un proceso que se abre no con una nota de prensa de AMEC el día 28 de febrero de 2011, sino el 5 de marzo, cuando se da carta blanca para que se inicie la cacería contra todos los miembros de AMEC, la destrucción de la oposición estudiantil contra las políticas que desmantelan la Universidad pública canaria y que tienen en Eduardo Doménech Martínez uno de sus principales protagonistas.
El rector Doménech y Antonio Rodríguez, su Jefe de gabinete
Con esta persecución, acoso y avasallamiento no se ha querido esclarecer ningún tipo de verdad. Lo que se ha querido es la destrucción y aniquilación total de la resistencia estudiantil organizada contra las políticas de desmantelamiento de la Universidad pública que ha venido gestando Doménech, mucho antes de que ocupara su cartera el señor Wert. Doménech ha defendido un modelo de Universidad elitista y excluyente, a la hemeroteca nos remitimos. Podemos hablar de cómo se ha gestionado la llamada Convergencia Europea en la ULL, del proceso de extinción de las titulaciones, del dinero saqueado al alumnado obligado a adaptarse sin garantías, del reglamento de permanencia, de lo que cuesta examinarse de la PAU. Las única solución que encuentra este rector para ajustar su presupuesto es el endeudamiento de los estudiantes y, por tanto, de las familias canarias. Esta universidad está desposeyendo a nuestras familias a cambio de una educación precaria y decadente.
Pedro Avero Delgado, decano de la Facultad de Psicología de la ULL
Con esa “caza de brujas” orquestada contra AMEC, se ha querido instaurar lapax romana, es decir, el consenso por la fuerza: “el silencio amordazado”. Y, ahora, cuando una sentencia da la razón a los estudiantes, la Universidad recurre. A pesar de que Doménech muestre una supuesta cara benevolente diciendo que no va a aplicar sanción alguna a los miembros juzgados de AMEC, se sigue invirtiendo dinero público en la persecución del estudiantado. ¡Qué bien se juega con el dinero público! Las políticas de Doménech han quedado en evidencia en los juzgados y ante toda la sociedad canaria. Por todo esto, aprovechamos para pedir la DIMISIÓN de Eduardo Doménech Martínez: rector nefasto, probablemente el peor gestor que haya tenido esta Universidad de La Laguna en su historia. También pedimos la dimisión de todo su equipo, especialmente de su jefe de Gabinete Antonio Rodríguez Hernández, el Jefe del Servicio de Inspección, Andrés Falcón Armas, y la de decano de la Facultad de Psicología, Pedro Benito Avero Delgado.
Como dicen los versos del poeta García Cabrera:
Un día habrá una isla
que no sea silencio amordazado.