Buenos días:
Antes de comenzar nuestra intervención, deseamos recordar a los estudiantes asesinados en la Universidad de Garissa, Kenia, nuestra máxima solidaridad, dolor y rabia. Muchos sueños han quedado cercenados por la mano criminal y genocida. La intolerancia y el fanatismo sin justificación posible.
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Hacer política universitaria pensando en los estudiantes, pero sin los estudiantes no sirve de nada.
Hacer política universitaria contra los estudiantes, aunque se piense en los estudiantes, obstaculiza el desarrollo y el progreso de los alumnos y alumnas.
Hacer política universitaria atacando a los estudiantes -como ha sucedido a lo largo de los últimos ocho años- tiene muchos nombres: infamia, intolerancia, autoritarismo, despotismo, degeneración moral…
Cuando la Universidad se convierte en un aparato represivo, pierde toda autoridad moral frente a la sociedad. Cuando se utilizan los medios internos de control para reprimir, coaccionar, dominar, castigar, infligir daño, etc., la Universidad se convierte en otra cosa, la Universidad se pone al servicio del mal.
El fascismo español dejó a la Universidad en herencia un Reglamento de Disciplina Académica, un reglamento represivo, un reglamento inmoral. Solo desde la inmoralidad, desde la total falta de dignidad, de orgullo humano -de hombría (al menos en este caso)-, solo desde la arrogancia del simple, del que se ve pequeño, se puede enarbolar y utilizar dicho Reglamento hasta las últimas consecuencias.
La autoridad no se gana aplastando estudiantes…
El mejor reglamento de disciplina es el que no existe.
En el año 2007, el rector Eduardo Doménech Martínez llegó al rectorado con una misión; en sus propias palabras: “acabar con los radicalismos en la ULL”. Desde la Asamblea del Movimiento Estudiantil Canario (AMEC), deseamos manifestarle que, en lo que a nosotros respecta, ahora somos más radicales que nunca, no consiguió, señor Doménech, curarnos el radicalismo; ahora tenemos claro que si no se llega a la raíz de los problemas, si no se arranca la mala yerba de cuajo, no se puede avanzar en democracia, no podremos tener una Universidad democrática; una Universidad donde primen los valores auténticos frente a la pose caricaturesca de algunos, la pose de aquellos almidonados empeñados en impartir doctrina.

La razón, la ciencia, el arte, las ciencias sociales y humanas deben ser radicales en sus postulados. La creatividad, eso que muchas veces se ausenta de nuestros departamentos, debe ser contundente, espontanea, explosiva. La creatividad, valga la redundancia, debe ser creadora. La Universidad para ser Universidad debe ser contestataria, insurrecta, salvaje. La Universidad que no quiera ser epígono de una consejería de educación cualquiera debe ser rebelde, subversiva, tremendamente demoledora. La Universidad debe saber romper amarras, implosionar, si es preciso, para renacer una y mil veces: Ave Fénix poderosa que renace de sus cenizas. La Universidad debe ser madre de la libertad, la madre que guía a sus hijos hacia su verdadera emancipación.
En la Universidad no deberían tener lugar las pedanterías y las exquisiteces de trato que huelen a naftalina podrida. En la Universidad no deberían tener asiento los pretendidos civilizadores de conciencias o represores de manual: esos que rinden culto al sometimiento, al martirio, al cilicio pervertido. En la Universidad no debe existir lugar para la fe acartonada, las pseudociencias disfrazadas de saber, las capillas, y los cuentos para no dormir sobre estudiantes malos que deben ser castigados por blasfemar y quitarle el sueño a un exdecano de Psicología, un Pedro Avero cualquiera. No queremos feligreses en la Universidad canaria, queremos universitarios y universitarias.
Desgraciadamente, a lo largo de estos ocho años, hemos vivido una guerra, una guerra de duras batallas, contra un Rectorado que ha pretendido alimentar sus “calderas” con carne fresca de estudiante díscolo. Y hemos aprendido a resistir y a seguir con el puño en alto, pese a que la realidad ha sido impuesta a golpe de decreto. La aplicación del Plan Bolonia -la falsa convergencia universitaria- ha supuesto un largo camino en el que no se ha dudado en machacar a los estudiantes, un largo camino que ha dejado una sangría de abandonos, la expulsión masiva de alumnos y alumnas. En suma: desposesión, exclusión, expropiación de los derechos y las conquistas de varias décadas de lucha.

Eduardo Doménech, acompañado de Antonio Rodríguez, jefe de su gabinete e ideólogo de su “malgobierno”
Una mañana “septiembre” no vale, y luego quitamos “diciembre” y ponemos un nuevo “septiembre”. Luego nos embarcamos en la majadería esa de la excelencia, ese rollo capitalista, ese cuento de emprendedores, de éxitos empresariales y movidas por el estilo, que hace agua por todas partes; que es poco creíble y que ha justificado el crecimiento desproporcionado de una Fundación Universitaria, de una auténtica Universidad B sobre las espaldas de la ULL.
Una Universidad B a la manera de chupóptero de subvenciones, la lógica del beneficio, siempre el beneficio. Y frente a eso, frente a la denuncia, frente a la voz que se ha alzado ya demasiadas veces en este Claustro, seguimos en la misma, pues miren ustedes: necesitamos un rector o rectora que meta mano en la Fundación, que ejerza un control responsable de sus actuaciones, que impida que esta se convierta en un reino de taifas que compita con la propia ULL. Las fundaciones empresa solo tienen sentido como entidades destinadas a transformar lo público -la inversión pública- en dinero para unos pocos. Y eso no nos gusta.
Queremos que se ejerza un estricto control sobre las convocatorias de beca de la Fundación, un control exhaustivo sobre las prácticas que se tutelan desde esa entidad. Aunque, por otra parte, ¿sería mucho pedirles que se terminara con la explotación laboral de los estudiantes?, ¿sería mucho pedirles que acabaran con el trabajo disfrazado de prácticas?
Y seguimos: luego este señor se empeñó en unos nuevos Estatutos, pues miren ustedes, fracasó y seguimos con los antiguos, y aún no nos han cerrado las puertas de la ULL. Y claro, se sigue con ese empeño de unos “necesarios” nuevos estatutos y, sobre la marcha, aprovechando, se quiere reducir el número de convocatorias a los estudiantes. Preguntamos: ¿Quién de ustedes, estimados postulantes, quiere quitarnos convocatorias? Jamás apoyaremos que se atente contra nuestras conquistas, nuestros derechos, y nos importan un carajo las majaderías aquellas sobre lo que es mejor o peor para los estudiantes. Denunciaremos, públicamente, a los que nos arrebaten esos derechos.
La “normativa de permanencia” ha sido otro cuento, cuento productivista, herramienta castradora y, profundamente, antiuniversitaria. Dicen que la ley obliga, pues miren, limítense a lo estrictamente legal y punto. La “normativa de permanencia” genera desigualdad y atenta contra los derechos de los estudiantes canarios. De hecho, no se debería permitir la aplicación de este tipo de normativas que generan profundas desigualdades -en lo que a oportunidades de formación se refiere- entre los que estudian aquí y los que lo hacen en la metrópoli. No es lo mismo tener que cambiar de universidad viviendo en Tenerife que en Madrid o Salamanca.
Por otra parte, el tema de la extinción de titulaciones. Esto ha sido un verdadero drama, y para más inri, para mayor angustia y sufrimiento de los afectados, hemos “disfrutado” de un “reglamento de compensación” hecho con muy mala leche, un reglamento que parece redactado por algún exalumno resentido. Mientras que en otras Universidades los estudiantes disfrutan de una compensación apropiada, aquí siempre jugando a ser especiales, jugando ser los tipos duros; y de paso, la ULL siempre chupando banquillo a la cola de todos los rankings.
Y no podemos dejar hablar de la Junta de Estudiantes. Nos reunimos los estudiantes, nos pasamos meses discutiendo, preparamos unos estatutos, unos estatutos que se votaron democráticamente, pero la Junta se queda en barbecho. Se queda en barbecho porque desde el gobierno de la ULL no se quiere aceptar su carácter profundamente democrático y participativo. En la ULL siempre se mantiene ese miedo primitivo a la asamblea y la participación. Todo tiene que estar atado y bien atado. Pues miren ustedes, o se cumple con lo acordado y tenemos una Junta democrática o ustedes sabrán. En su momento, no participamos en un consejo de estudiantes presidido por el rector Doménech -el único consejo de estudiantes que ha sido presidido por un rector en la historia universitaria-, y tampoco vamos a participar en una Junta donde no se deje estar a los estudiantes. Queremos que se respete lo que se aprobó el 8 de mayo de 2013, dentro de poco se cumplirán dos años. Es una vergüenza.
Y hace unos días se aprobó el nuevo “reglamento de evaluación e impugnación de calificaciones”, los representantes del alumnado, en su totalidad, votamos en contra. Solo se admitió una de las consideraciones que hicimos desde AMEC. A raíz de esto, nos preguntamos: ¿Esta Universidad seguirá sin escuchar la voz del estudiantado?
En la ULL también ha fallado la “policía”, el Servicio de Inspección y el Servicio de Calidad, y si un servicio no funciona, lo mejor es prescindir de dicho servicio. Será cuestión de ver qué mecanismos de control interno ponemos en funcionamiento, mecanismos que, en todo caso, deberán ser democráticos y no coercitivos. Y hay que mirar también qué pasa con el asesor jurídico. Nos tenemos que hacer mirar al asesor jurídico. Por lo pronto, una pregunta trascendental para AMEC: ¿piensan dejar en su puesto al inspector de servicio de la ULL, el señor Andrés Falcón Armas?

El rector de la ULL junto a Andrés Falcón Armas
Nos preocupan muchos temas. Queremos más garantías sobre las becas que convoca esta Casa; queremos que se plante cara al Gobierno de Canarias y la Consejería de Educación cuando pretendan subir las tasas; nos preocupa el tema de las infraestructuras. Queremos una Universidad que combata el acoso en las aulas y en los despachos; una Universidad que combata el machismo, sea macro o micro. Queremos una Universidad que luche por la igualdad.
Necesitamos un rector o rectora que le diga al presidente del Cabildo Insular, al señor Alonso, que se meta en sus cosas. Si no quiere ofrecernos, este señor, un bono de estudiantes para todos -sin límites de edad y con un verdadero descuento-, que no venga a gestionarnos el parking. Si él no colabora, que se vaya a predicar a otra parte.
Queremos una Universidad con un Vicerrectorado de Alumnado que se vuelque con los estudiantes, sin paternalismo, pero con verdadera vocación de servir al estudiantado. Un Vicerrectorado de Alumnado que explique a la comunidad estudiantil sus problemas, que no oculte los problemas del denominado 3 + 2, que invierta esfuerzos y recursos de todo tipo en mejorar los servicios que ofrece; un Vicerrectorado que se preocupe de los desfavorecidos, que luche contra la exclusión, que pelee, con todas sus fuerzas, para que ningún alumno o alumna deje la Universidad por cuestiones económicas.
Seríamos felices si se asumiera el cumplimiento de las propuestas de resolución que votamos en este Claustro. Porque casi nunca se hace caso a dichas propuestas. Queremos el máximo respeto por las guías docentes, que no sean papel mojado; que se mejore el servicio de transporte universitario; que se resuelva el problema de las infraestructuras y los accesos; que se mejore la calidad de la docencia; que los Trabajos de Fin de Grado se realicen con normalidad, con los recursos humanos y materiales que sean pertinentes; que se mejore la calidad de los comedores; queremos más aulas de estudio; que se mejore el servicio de limpieza y el de seguridad (pero sin explotación de los trabajadores y trabajadoras); queremos que se ponga en marcha una comisión de trabajo que desarrolle un código deontológico que regule la relación entre el docente y el estudiante. Todas estas cuestiones han sido respaldadas por este órgano. En definitiva, queremos que esta Universidad cambie. Queremos que esta Universidad aprenda a escucharse.
Agradecemos a los candidatos que se reunieron con nosotros previamente para intercambiar opiniones, los señores Capafons y Martinón. Y esperamos reunirnos próximamente con doña Olga Alegre, aunque hubiera sido interesante que esa reunión, por cuestiones obvias, se hubiera celebrado antes de esta sesión claustral.
De todas formas, esperamos que los tres se comprometan hoy, aquí, a cumplir con la propuesta de resolución que este mismo claustro aprobó el pasado 28 de enero, propuesta de resolución que dice:
“El Claustro de la Universidad de La Laguna insta al rector a disculparse institucionalmente con los alumnos y alumnas que, formando parte de la Asamblea del Movimiento Estudiantil Canario (AMEC), fueron expedientados y sancionados (aunque dichas sanciones fueron suspendidas por un tribunal y no se pudieron aplicar)”.
La ULL necesita un cambio, un cambio de rumbo radical. La ULL no se puede permitir el continuismo: NINGUNA FORMA DE CONTINUISMO. Si alguien está dispuesto a recoger el testigo, la herencia de estos años, del malgobierno de Eduardo Doménech Martínez, ese alguien no debería contar con el voto de los estudiantes. Eduardo Doménech ha sido el peor rector de la historia de la ULL.
Si, finalmente, el Ayuntamiento de La Laguna le pone una calle, como hizo con anteriores rectores y rectoras, esperemos que sea algún callejón deshabitado, que nadie termine viviendo en la calle Eduardo Doménech Martínez.
Sea como sea, más allá del que, finalmente, conquiste el asiento en el Rectorado, nosotros y nosotras, AMEC, seguiremos en nuestra línea, en la línea que hemos mantenido a lo largo de estos años, y resumimos nuestras convicciones en aquello que decía Bertolt Brecht:
Tuvimos muchos señores,
tuvimos hienas y tigres,
tuvimos águilas y cerdos.
Y a todos los alimentamos.
Mejores o peores, era lo mismo:
la bota que nos pisa es siempre una bota.
Ya comprenderán lo que quiero decir:
no cambiar de señores, sino no tener ninguno.