Aunque en el fondo es algo contradictoria, la editorial que nos ofrece hoy La Opinión de Tenerife no deja de ser resultona. Tanta bandurria y tanta pandereta a favor del Plan Bolonia estos dos últimos años para que al final se confirmen los peores augurios. Por desgracia, en ese tiempo también “hablaron” las porras policiales, y la persecución contra los estudiantes movilizados se radicalizó hasta llegar a los niveles del 2001 en el conjunto de la universidad española; en el caso particular de la ULL, tendríamos que remontarnos casi 30 años para encontrar momentos más críticos.
En nuestra Universidad, un antropólogo y un pediatra serán, cara al futuro, los responsables de este triste episodio de la historia lagunera. La ULL abrió el cómputo estatal de expedientes disciplinarios, que luego lloverían sobre Barcelona. Al mismo tiempo, la ciudad de San Cristóbal de La Laguna sería testigo de las primeras cargas policiales contra los “anti-Bolonia”. Sin duda, en La Laguna se vivió el preámbulo de la violencia que más tarde se desencadenaría en otras partes del Estado.
El testimonio de una de nuestras compañeras represaliadas es sumamente esclarecedor al respecto:
Desde el comienzo percibimos que la universidad como institución, lejos de salvaguardar los derechos de los estudiantes impedía su puesta en práctica.
Si no fuese indignante, se diría que el esquema que han tenido en mente nuestras autoridades universitarias, ha sido simplemente viejo, conocido y aburrido.
Se comienza por la obstrucción. Pequeñas piedrecitas en el camino… curiosas interrupciones de páginas webs contrarias al Plan Bolonia, intervención injustificada de los servicios de seguridad, retirada de carteles contrarios a la actual política universitaria, negación del paso a los actos públicos, actitud no dialogante, negación de la entrada al recinto universitario etc.
Luego, si los estudiantes no se aburren y renuncian, se sube un peldaño y entra en juego la coacción: aperturas de expedientes en base a leyes franquistas, amenazas. Hasta que se pretende asestar el golpe final al movimiento opositor: violencia explícita para desarticularlo. Así, se usa la fuerza para quebrar la resistencia de los jóvenes que llegan a la universidad. En un último giro, el más dañino para este tipo de movimiento, es que ni siquiera se nos quiere reconocer como estudiantes, sino que, por el contrario, se nos acusa de delincuentes, de drogadictos, de no estar en la realidad. Así, se nos quiere desacreditar para neutralizar nuestras denuncias y nuestros argumentos. En fin, está claro que toda reforma que se ha llevado a cabo por la Universidad de La Laguna ha seguido el mismo esquema: obstrucción, coacción y finalmente violencia. Precisamente el mismo esquema que seguían las fuerzas e instituciones franquistas para destruir a la oposición.
[Fragmento del discurso leído por Nayma H. en la Jornada Contra la Violencia (JCV) celebrada el 10 de diciembre de 2009 en el salón de Actos de Magisterio (ULL). Un acto que pretendía curarnos del agravio sufrido; un acto dedicado a salvaguardar nuestra dignidad].
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Editorial de La Opinión:
La reforma universitaria, de la ilusión al desencanto
Este debía de ser el año de la gran transformación en la educación española y el de la revolución en la investigación nacional. Coinciden en el tiempo dos palancas poderosas para conseguirlo: la reforma de Bolonia, en pleno vigor a partir del curso universitario que arranca el próximo septiembre, y la nueva ley de la Ciencia, llamada a iluminar otro modelo económico y que también atañe directamente a las enseñanzas superiores. Si existe un motor de innovación importante ese es la universidad. A medida que avanzan los meses, gran parte de la comunidad educativa y científica ha pasado en ambos casos de la ilusión al desencanto. Podemos estar ante el enésimo cambio para que nada cambie, para que los males endémicos del sistema se perpetúen